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Mitos y verdades sobre las inversiones en oro

Los principales problemas a los que se enfrenta el oro son el desequilibrio en la demanda/oferta y su potencial para compartir la misma suerte que la plata.

El factor más importante que influye en el precio del oro es la asombrosa cantidad de este metal precioso que poseen los bancos centrales de todo el mundo. Esto es un legado de aquellos días donde el oro era sinónimo de poder. Durante todo el siglo XIX y hasta la década de los 70 del siglo XX los bancos europeos y norteamericanos se dedicaron a acumular grandes cantidades de oro.

Según el Consejo Mundial del Oro, en el 2003 estas reservas ascendían a 33.000 toneladas, lo que representa el 25% de todo el oro extraído y en circulación. Esto quiere decir que las existencias de los bancos centrales podrían saturar el mercado si se vendiesen. En otras palabras, hay suficiente oro en las cámaras de los bancos como para satisfacer la demanda de este metal durante los próximos 10 años. Esto supone un desequilibrio grande entre la oferta y la demanda.

Debido a que el oro no tiene un estándar común en el uso estratégico para los bancos centrales, algunos como el de Canadá vendieron entre 1980 y 2003 todas sus existencias de oro. El principal motivo radica en que el oro no genera ningún interés de inversión. Los planes para suministrar oro que permitan reducir la demanda de este metal precioso plantean una serie de problemas para el rendimiento potencial del metal en el futuro.

¿Cómo debería ver un inversor al oro?
En su mayor parte el oro constituye una mercancía como el petróleo. Por tanto, al tomar cualquier decisión de compra o venta, un inversor deberá estar atento a la evolución del mercado, con respecto al aumento o disminución de la oferta y la demanda.

Al mismo tiempo, el oro debe ser visto como una forma de seguro contra cualquier evento catastrófico que golpee de manera significativa los mercados financieros globales. Aunque si llegara a ocurrir realmente, es posible que solo fuera útil para aquellos que lo disponen físicamente.

El oro también puede ser de utilidad en los períodos de hiperinflación como un método para mantener el poder de comprar de forma más segura que con cualquier divisa. Sin embargo esto no es aplicable para la mayoría de las mercancías. Países que sufrieron los efectos de la hiperinflación fueron, por ejemplo, Argentina. Entre 1989 y 1990 vivió uno de sus peores períodos cuando la inflación alcanzó el 186% en un solo mes. En tales ocasiones, el oro tiene la capacidad de proteger al inversor de los efectos nocivos de este fenómeno.

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