¿Quién no sueña con la llegada del viernes para poder escapar de la rutina, del trabajo, de la casa y de todo lo que conlleva? La ventaja de una ciudad como Madrid tiene mucho que ver con la ubicación dentro de la Península, lo que permite escapadas a numerosos rincones que no están realmente lejos para plantearse ir tan solo un par de días.

Hoy en día estas escapadas tienen un protagonista: el alojamiento. Establecimientos con encanto que permitan experiencias más allá de la habitación gracias a la gastronomía, al entorno, a la ubicación o a su propia arquitectura. Y todo esto se une en un único concepto: los Paradores.

Basta echar un vistazo a paradores.tv para ver las opciones más cercanas o viables para disfrutar desde Madrid.

Destinos cercanos que suponen aire fresco

Para empezar, el Parador de Gredos es una maravilla para los amantes de la naturaleza. En plena sierra entre Ávila y Madrid fue el propio Alfonso XIII el que decidió su ubicación. El primero de la que luego se convirtió en una red de establecimientos que fomentaba el turismo de calidad, es un enclave perfecto y cerca de la capital.

Se puede planificar también una escapada al Parador de la Granja para luego disfrutar de uno de los pueblos más bonitos de la sierra segoviana. El hecho de poder pasear por los Jardines de palacio ya merece la pena para pasar el fin de semana.

El Parador de Cuenca es la excusa perfecta para adentrarse en una de las ciudades más mágicas de Castilla la Mancha. Ubicado en un convento dominico, sus vistas a las casas colgantes no dejan indiferente a absolutamente nadie.

El Parador de Teruel es también una interesante opción que permite no solo disfrutar de una ciudad llena de arte, historia y tradición culinaria sino descubrir una de las urbes más llamativas y menos conocidas de la Península.

El Parador de Sigüenza abre la puerta a otra época según se entra al castillo que fue. Sin duda, uno de los enclaves históricos que más llaman la atención alrededor de la Comunidad de Madrid por todo lo que tiene que ofrecer y por la suerte de dormir, nunca mejor dicho, como un noble castellano.