El azafrán ha sido considerado, desde hace miles de años por las antiguas civilizaciones, una de las especias más valiosas del mundo. Tanto es así que fue la especia preferida de faraones y reyes a lo largo de su historia como condimento, como producto de belleza o como afrodisíaco en las bacanales romanas. En España lo introdujeron los árabes y, desde entonces, no ha dejado de cultivarse. De hecho, lleva años apostándose por este cultivo, del que el 97% de la producción se encuentra en Castilla la Mancha y que compite con el principal productor mundial: Irán. Históricamente, a través de la medicina tradicional china y ayurvédica, se ha considerado que sus cualidades mejoran no solo el estado de ánimo – disminuyendo la ansiedad -, sino que también es digestivo y afrodisiaco. Incluso Hipócrates estudió y documentó sus resultados, recomendando el extracto para sus recetas y curas. Sus pistilos (Crocus sativus), la parte útil de la flor para la medicina, se recolectan manualmente, de forma tradicional. Se necesitan más de 185.000 flores para producir un kilo de azafrán puro y cuyo extracto es el safranal. Su valor en el mercado llegó a servir de referente para el trueque como posteriormente lo acabó siendo